La declaración de Pablo en Romanos 3:23: "Por cuanto todos pecaron..." ciertamente incluye a los líderes. Y el pecado produce la emoción de la culpa, la cual no es muy placentera.
David experimentó culpa después de haber cometido adulterio con Betsabé. Su pecado fue más notorio que la mayoría y David escribió abiertamente acerca de su culpa. "Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. 4 Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente. 13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti. 14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia." (Salmo 51:1-4; 12-14).
La culpa debe ser reconocida. “Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.” David reconocía su necesidad de ser limpiado debido a su culpa. A David le tomó un largo tiempo alcanzar este punto de reconocimiento, y sólo vino al ser reprendido por el profeta Natán meses después de haber cometido su pecado.
Su historia ilustra el poder de nuestras mentes para justificar el pecado después de que hemos actuado mal. Queremos evitar la emoción de la culpa porque cuando reconocemos que somos culpables tenemos que admitir que hemos fallado en algo. Nuestras mentes nos darán muchas razones para convencernos de que no somos culpables o que lo que estamos sintiendo no es culpa en realidad.
Pero los líderes-siervos aprenden a reconocer la culpa como un regalo de Dios que los dirije hacia el arrepentimiento.
La culpa debe ser expuesta. David reveló su culpa por escrito y aun podemos leerla siglos después de que él haya cometido ese pecado. No es fácil manifestar nuestros sentimientos de culpa. La emoción de la culpa trae una rápida tentación de querer ignorarla u ocultarla de nosotros mismos y de otros. El exponer nuestra culpa implica admitir que nos equivocamos y a nadie le gusta confesar sus fallas. Pero la emoción de la culpa tiene un propósito: traer arrepentimiento. El arrepentimiento no puede ocurrir a menos que la culpa sea expuesta. ¡Ignorar la culpa sólo nos lleva a tener una culpa cada vez mayor!
Los líderes son quienes más tentados se sienten a ocultar su culpa ya que su reputación como líderes está en juego. Los seguidores a menudo esperan que sus líderes sean perfectos, y los líderes que no exponen su culpa son responsables de cultivar esta expectativa. Los líderes que no admiten su culpa a menudo comienzan a señalar los errores de otros, de manera hipócrita. Piensan que si los demás se ven culpables ¡entonces ellos se verán mejor!
Pero los líderes aprenden a exponer su culpa de manera apropiada. Algunas veces la culpa debe ser reconocida de manera privada, pero muchas veces la culpa debe ser admitida con otra persona o grupo. Los líderes-siervos aprenden de David a no esconder su culpa.
La culpa debe ser contenida. Una culpa no resuelta puede dañar a un líder. El enemigo nos susurrará que no podemos liderar cuando hemos pecado. Pero David dice, “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos.” David confesó su pecado y después permitió que su culpa abriera más oportunidades para ser más influyente. Reconoció que el líder que ha pasado por el quebrantamiento de la confesión y el arrepentimiento se convierte en un líder más fuerte.
El arrepentimiento de un líder trae mayor compasión y empatía para aquellos que caen. Los líderes que han experimentado la gracia de Dios pueden extender la gracia de Dios a otros. Los líderes-siervos aprenden a contener su culpa para que su liderazgo no se vea inhibido sino mejorado. Reconocen y exponen sus errores y siguen avanzando, liderando con mayor compasión y gracia. Que Dios nos permita a cada uno de nosotros, como a David, liderar con gracia después de haber experimentado culpa.
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