Dios creó un mundo hermoso, floreciente, vivo y bueno en todos los aspectos. Pero entonces, por primera vez, algo en este mundo fue descrito como «no bueno».
El Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda idónea» (Génesis 2: 18)
¿Qué «no era bueno» en el mundo? El hombre fue creado con un valor intrínseco, ya que fue hecho a imagen de Dios. Adán era bueno. Pero «no era bueno» que estuviera solo. Fue creado para relacionarse con los demás. A menudo vemos este principio como el fundamento del matrimonio, ya que Dios creó a la mujer para satisfacer esta necesidad. Pero también apunta a algo mucho más profundo en el diseño de Dios: nuestra necesidad de relaciones. Dios estaba tan empeñado en asegurarse de que reconociéramos este ingrediente para un mundo floreciente que dejó entrever lo que no era bueno, ¡una persona sola! Los líderes que sirven reflexionan sobre el plan de Dios para honrar las relaciones como parte de Su mundo floreciente.
Honrar las relaciones acelera la prosperidad al reconocer la intención.
La intención de Dios era que las relaciones con los demás fueran una característica definitoria del ser humano. El primer hombre y la primera mujer se relacionaron entre sí y con Dios. Él nos diseñó para vivir, trabajar y caminar juntos con los demás. Incluso la persona más introvertida necesita a los demás. No es una sorpresa que el confinamiento solitario sea considerado uno de los castigos más severos o incluso tortura. No hemos sido creados para estar solos. La intención de Dios era que cada uno de nosotros encontrara significado, valor y propósito en la relación con los demás. En nuestras familias de origen, Él diseñó relaciones en las que formamos identidad, un sentido de pertenencia y valor. A medida que nos relacionamos con los demás, podemos desarrollar la capacidad de establecer relaciones profundas y auténticas que aporten alegría y significado a lo que hacemos.
Honrar las relaciones acelera la prosperidad al anticipar el impacto.
El pecado trajo tanto dolor y quebranto a las relaciones que muchos han llegado a la conclusión de que tal vez sea mejor estar solos. Y algunas culturas valoran más la independencia que la interdependencia. Pero los líderes que sirven reconocen que honrar las relaciones forma parte del diseño de Dios. Ven su empresa, su iglesia, su familia y su comunidad como lugares en los que Dios quiere que las personas prosperen con relaciones fuertes y sanas. Imaginan un mundo en el que equipos fuertes trabajen juntos en armonía para lograr grandes cosas.
Honrar las relaciones acelera la prosperidad al aceptar las implicaciones.
Los líderes que sirven reconocen que honrar las relaciones tiene muchas implicaciones para el liderazgo. En primer lugar, procuran entablar y mantener relaciones personales sólidas y saludables. Buscan amistades auténticas y resisten la tentación de aislarse de los demás. Luego, tratan de guiar a aquellos a quienes sirven hacia relaciones sanas. Forman equipos y los guían a través del proceso de descubrir cómo equilibrar la honestidad y la amabilidad. Buscan a la persona aislada fuera del círculo y tratan de atraerla. Animan a las personas calladas a hablar y a encontrar su voz. Los líderes que prestan servicio reconocen que la visión sólo se alcanzará si se respetan las relaciones. Por ello, no sólo dedican tiempo a realizar tareas, sino también a establecer relaciones. Los líderes serviciales buscan resultados, pero no pasan por alto las relaciones. Crean entornos en los que las personas prosperan juntas en relaciones fuertes y sanas.
Los líderes que sirven crean un mundo próspero a su alrededor al honrar las relaciones. |