Dios creó un mundo floreciente en el que abundaban la vida y la belleza. Creó abundantes plantas y toda clase de animales, y luego añadió a los seres humanos hechos a Su imagen y semejanza. Dios asignó funciones específicas al hombre y a la mujer.
28 Dios los bendijo y les dijo: «Sed fecundos y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla. Dominad a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.» 15 El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo trabajara y lo cuidara. (Génesis 1:28, 2:15, NVI)
Dios asignó a Adán y Eva un trabajo que tenía un propósito. Les dijo que «llenaran la tierra», que «sojuzgaran» y «gobernaran» la creación, que la «trabajaran» y la «cuidaran». Dios diseñó el trabajo con sentido y propósito como ingrediente de un mundo floreciente. La caída registrada en Génesis 3 distorsionó este diseño y añadió sudor y lucha al trabajo de Adán. Los líderes que sirven trabajan para restaurar el diseño original de Dios en los lugares que dirigen, ayudando a quienes dirigen a encontrar un propósito en su trabajo.
El trabajo con propósito acelera el florecimiento al reconocer la intención.
La intención de Dios era que Adán y Eva desarrollaran y dieran forma al mundo que Él había creado. Debían producir alimentos de la tierra. Pero también debían imaginar y soñar con formas de dar forma a la creación para que produjera más belleza y productividad. Dios dio al hombre la responsabilidad de investigar, inventar, planificar y desarrollar el mundo. Había oro y minerales en la tierra que debían ser descubiertos y transformados en productos útiles. Y debían hacer todo esto como representantes de Dios. Su trabajo era una extensión de la obra de Dios.
Los líderes que sirven reconocen que Dios puso el deseo de un trabajo significativo en el ADN de cada persona. A nadie le gusta trabajar simplemente para pagar facturas y sobrevivir. Cada idea de negocio, cada invento, cada descubrimiento hecho por el hombre tiene la intención de añadir valor al mundo de Dios y ayudar a la gente a florecer. Y por ello, el trabajo de cada individuo debe estar lleno de propósito.
El trabajo con propósito acelera el florecimiento al anticipar el impacto.
Muchas personas ven el trabajo como un mal necesario o sólo como un medio para ganar dinero, pero el diseño de Dios era mucho más elevado que esto. Las personas no son sólo máquinas de hacer dinero. Han sido creadas para contribuir con sus dones y pasiones a crear un mundo próspero.
Los líderes que sirven imaginan empresas, comunidades y hogares en los que cada persona contribuye con su parte a un todo significativo. Imaginan un lugar de trabajo en el que las personas aportan todo su ser a la tarea que tienen entre manos, en el que aportan ideas para mejorar y en el que sus opiniones importan. Imaginan una empresa en la que incluso la persona que hace el trabajo más bajo entiende que su trabajo está marcando una diferencia en el mundo. En este mundo floreciente se libera la creatividad, se inspira la imaginación y se añade un gran valor al mundo.
El trabajo con propósito acelera el florecimiento aceptando las implicaciones.
Los líderes serviciales reconocen que el trabajo con propósito no es la norma. Se dan cuenta de que tendrán que trabajar duro para hacer florecer su mundo. Empiezan por definir claramente el gran propósito por el que existe su organización. Dejan de centrarse en la producción de un producto o servicio para centrarse en el cambio que aportarán al mundo. A continuación, se esfuerzan por comunicar este propósito a todos los miembros de la organización hasta que cada persona entiende cómo su trabajo contribuye al propósito. Comparten historias sobre el impacto que la empresa u organización está teniendo en el mundo. Los líderes serviciales crean un mundo floreciente a su alrededor llenando el trabajo de propósito. |