Aquellos líderes que han aprendido a recibir la gracia de Dios e integrarla a su vida diaria, se encuentran listos para compartir esta gracia con otros. Al hacerlo, traen a la memoria las palabras del Apóstol Pablo:
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:8-10).
Los líderes-siervos se regocijan en la gracia que Dios tiene para ellos. Se maravillan de Su bondad para llamarlos a liderar a otros, y aprenden a extender la gracia de Dios a aquellos a los que lideran. ¿De qué forma los líderes-siervos comparten la gracia a aquellos a los que lideran?
Los líderes-siervos ven a sus seguidores con los ojos de la gracia.
Cuando los líderes-siervos ven a sus seguidores, no sólo ven a gente que los puede ayudar a alcanzar su visión, sino que ven a futuros líderes por la gracia de Dios. Ven potencial. Ven un futuro. No sólo ven sus faltas. Ven lo que pudiera ocurrir por el poder de la gracia. Ven a hombres y mujeres quienes, por la obra de la gracia de Dios en sus vidas, pueden hacer aquellas "buenas obras que Dios preparó de antemano". Los líderes-siervos ven a otros a través de la gracia de Dios.
Los líderes-siervos suponen que sus seguidores necesitarán de la gracia de Dios.
Los líderes-siervos han aprendido que necesitan de la gracia de Dios en sus propias vidas, ¡así que no se sorprenden cuando sus seguidores la necesitan! Se ven a sí mismos de la manera en que Pablo explicó en el siguiente capítulo de Efesios: "por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo (Efesios 3:7-8).
Ya que los líderes-siervos han aprendido a encontrar su identidad en la gracia de Dios y no en sus propias obras, suponen que sus seguidores, eventualmente, necesitarán la gracia de Dios.
Los líderes-siervos extienden la gracia a aquellos a quienes lideran.
Los líderes que no han experimentado la gracia de Dios se esfuerzan por hacer el bien en sus propias fuerzas. Se miden a sí mismos a través de su desempeño y hacen lo mismo con sus seguidores. Sus señalamientos están llenos de culpa, juicio y vergüenza. Leen el manual de las reglas en voz alta y hacen hincapié en aquellas reglas que alguien rompió. No son capaces de reconocer sus propios errores.
Pero los líderes-siervos saben que necesitan gracia y pueden extenderla a sus seguidores. ¡Los líderes-siervos no castigan a sus seguidores con listas de "qué hacer" y "qué no hacer"! No utilizan la culpa para controlar el comportamiento de los otros. En lugar de eso, invitan a los demás a ver la gran gracia que Dios tiene para ellos.
La gracia permite que un líder-siervo perdone los errores de un seguidor. La gracia permite que un líder diga: "Sé que fallaste, yo también lo he hecho. La gracia de Dios te ayudará a superarlo." La gracia permite que el líder-siervo otorgue segundas oportunidades.
Esto no significa que no existe un tiempo para que el líder-siervo corrija, reprenda o deje ir a un seguidor. Significa que el tono general del liderazgo del líder será una postura de gracia. Debido a que saben que ellos necesitan gracia, los líderes-siervos pueden extendérsela a otros. Los líderes-siervos comparten la gracia de Dios, y al hacerlo están liderando con gracia.
El compartir la gracia moldea nuestro liderazgo de una forma profunda. Los líderes-siervos abordan el liderazgo con la conciencia de que ellos son pecadores que han sido salvos por gracia, liderando a otro pecador que tiene la misma necesidad de gracia. Los líderes-siervos reciben la gracia de Dios, aprenden a vivir en ella, y después la comparten con aquellos a los que lideran. Al igual que Jesús, se convierten en ¡líderes llenos de gracia!
|