Cuando hablamos "la verdad en amor" (Efesios 4:15), lo que decimos es importante. Pero Pablo nos recuerda que cuando hablamos, la actitud de nuestro corazón es tan importante como lo que decimos. Él dice que un corazón amoroso "no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad." (1 Corintios 13:6). Esto es un recordatorio que cuando hablamos es posible que digamos las cosas correctas pero tener una actitud equivocada en nuestros corazones.
Pablo nos advierte acerca de deleitarnos en la maldad. Los líderes-siervos no se regocijan en sus propios errores o en los de los demás, ¡sino que se regocijan en la verdad! Los líderes-siervos se regocijan cuando la verdad puede ser dicha y se anticipan gozosamente a cualquier respuesta a la verdad que pudiera traer mayor libertad y gozo al alma de esa persona.
El regocijarnos al hablar la verdad tiene su deleite en la oportunidad de hablar a la vida de alguien para su beneficio. Refleja un enfoque en la otra persona en lugar de en uno mismo. Es este enfoque en la otra persona que revela un verdadero corazón de amor que le permite al líder-siervo hablar la verdad con regocijo.
Hablar la verdad con regocijo requiere equilibrio.
Algunos líderes pueden hallar algún error o algo mal en la vida de otra persona y encontrar deleite en exponerla, sintiéndose justificados de que "la verdad ha sido revelada". Pudiera haber orgullo oculto en el líder que sienta que el o ella son mejores que la otra persona porque un mal (pecado) ha sido expuesto. Las palabras dichas pueden ser verdaderas, pero no serán amorosas.
Otros líderes pueden ver el error y no estar dispuestos a hablar la verdad porque no quieren dar la apariencia de que se "deleitan en la maldad". Este líder sólo se quiere enfocar en lo positivo de la otra persona y regocijarse en lo que está bien. Pablo nos dice que es necesario encontrar un equilibrio. La verdad debe ser dicha pero con la actitud correcta. Un líder-siervo se cuida de deleitarse en la maldad pero se regocija en la verdad.
Hablar la verdad con regocijo denota madurez.
Aprender a regocijarse en las cosas correctas refleja nuestro nivel de madurez. Pablo nos dejó claro que conforme fuéramos aprendiendo a hablar la verdad en amor "creceríamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Efesios 4:15). Este crecimiento es un proceso que toma tiempo para desarrollarse.
Un líder inmaduro puede ver la necesidad de decir la verdad pero hacerlo desde un sentido de deber u obligación, como parte de las tareas del liderazgo. Esto es particularmente verdad cuando la verdad que debe ser dicha es dolorosa o difícil para la persona que la va a recibir. Ese líder se puede enfocar en "lo que va a requerir" de tiempo y energía hablar la verdad. El enfoque está en uno mismo, no en la otra persona.
Conforme los líderes maduran, Cristo cambia sus corazones para ser más amorosos y enfocarse en las necesidades de la otra persona en lugar de sí mismos. Aun cuando la verdad necesita exponer algo equivocado o pecaminoso en la vida de la otra persona, el líder-siervo no se regocija en lo que está mal sino que encuentra deleite en ayudar a la otra persona a crecer al hablar la verdad en amor.
Hablar la verdad con regocijo refleja a Jesús.
Jesús nunca se deleitó en la maldad, más bien se regocijaba en la verdad. Después de que Simón Pedro reconoció que Jesús era El Mesías, éste le contestó: "Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre sino mi Padre que está en el cielo" (Mateo 16:17).
Jesús fue capaz de enfocarse en la bendición de Simón Pedro y se regocijó en lo que Dios le había revelado. Jesús no sintió envidia de que Pedro hubiera recibido esa revelación, ¡sino que se regocijó! Y a pesar de que la revelación que tuvo Pedro se trató acerca de la identidad de Jesús, Jesús no se enfocó en él mismo, sino en Pedro. Acto seguido continuó hablando acerca del destino de Pedro para ser un líder significativo de la iglesia. Los líderes-siervos aprenden de Jesús a regocijarse al hablar la verdad en amor. |