El mundo de Dios era hermoso y perfecto. Estaba lleno de todos los ingredientes que permitirían que el florecimiento continuara durante generaciones. Sin embargo, aunque Dios había creado un mundo perfecto y floreciente, ¡no se dejó sorprender por el fracaso de Adán y Eva! Al maldecir a la serpiente, reveló Su plan para la victoria final, miles de años antes de que sucediera.
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; él te aplastará la cabeza, y tú le herirás el calcañar” (Génesis 3:15, NVI).
Después de maldecir a la serpiente y a la tierra, Dios sigue actuando en respuesta a la desobediencia de Adán y Eva. Una vez más, Dios demuestra que no le sorprendieron sus acciones.
“El Señor Dios hizo vestiduras de piel para Adán y su esposa y los vistió” (Génesis 3:21).
En Su misericordia, Dios les proporcionó a Adán y Eva ropa de cuero, mucho más duradera que las simples hojas que habían utilizado para cubrirse. Puso nuevos límites y proporcionó una nueva dirección para que Adán trabajara la tierra fuera del hermoso entorno del jardín.
Anticipar el fracaso acelera el florecimiento al reconocer la intención.
Aunque Dios no tenía la intención de que la primera pareja fracasara, lo previó y estaba preparado para lo que sucediera. No podía librarles de las consecuencias de su pecado, pero les daría los siguientes pasos. Su intención después de su fracaso era que vivieran lo más plenamente posible en un mundo floreciente. Estaba dispuesto a ayudarles a superar su fracaso.
En nuestro mundo roto, podemos anticipar el fracaso de forma regular. Anticipar el fracaso no significa buscarlo en cada acción o tarea, pero sí significa pensar en el futuro para reflexionar sobre qué pasos pueden ser necesarios cuando se produce el fracaso. Los líderes que sirven aprenden que es mejor estar preparados para el fracaso que ser sorprendidos por él.
Anticipar el fracaso acelera el florecimiento al anticipar el impacto.
Desde el primer fracaso de Adán y Eva, ¡hemos tenido muchas oportunidades de aprender de los fracasos! Pero a menudo nos sorprendemos cuando oímos historias de líderes que se han visto envueltos en un escándalo y sorprendidos cuando algo no sale según lo planeado.
Muchos responden al fracaso con miedo y vergüenza. Temen las consecuencias, el castigo y la vergüenza de su fracaso, así que lo ocultan, lo niegan o huyen de él. Otros responden convirtiendo el fracaso en su identidad. En lugar de decir: «He fracasado», aceptan la identidad: «Soy un fracasado». Esta respuesta no proporciona ningún camino productivo hacia delante.
Pero los líderes que sirven aprenden a anticiparse al fracaso y a prepararse bien para él. Al hacerlo, sus equipos pueden florecer. El miedo al fracaso será sustituido por la voluntad de anticiparse a la realidad del fracaso y utilizarlo como parte del camino del aprendizaje. Los líderes que sirven recuerdan a su equipo que, aunque fracasen, el fracaso no es su identidad. Los líderes que sirven prevén que el fracaso aportará crecimiento a su equipo.
Anticipar el fracaso acelera el florecimiento al aceptar las implicaciones.
Los líderes que sirven aprenden de Adán y Eva a anticiparse al fracaso, primero en sí mismos, pero también en aquellos a quienes dirigen. No insisten en el fracaso ni lo fomentan. Pero lo prevén y guían a sus equipos hacia una sana expectativa de que habrá fracasos en el camino. Enseñan a sus equipos a fracasar bien, sin dejarse sorprender por el fracaso y sin alegrarse de él, sino reconociéndolo. Se inclinan hacia el fracaso, diseñan planes para abordarlo y aprenden de él. Al hablar del fracaso y eliminar el estigma en su equipo, aceleran el florecimiento incluso en un mundo roto. Los líderes que sirven no pueden recrear el jardín del Edén, pero al anticiparse al fracaso, crean un mundo floreciente en el que las personas y los equipos aprenden a prosperar a través del fracaso.
Los líderes que sirven cultivan continuamente en su liderazgo todos los ingredientes necesarios para un mundo floreciente. Y el resultado puede verse en las personas que florecen a su alrededor. |